lunes, 2 de marzo de 2009

El misterio del Placard.


No entendía nada. Pero nada. Me puse a ordenar el placard, a hacer un poco de espacio para desinfectar mi pieza y me encontré con algo sumamente terrible. Basto con los primeros estornudos para darme cuenta de que algo no andaba bien, no era lógico. Pero sí. Ahí estaba ella: la alergia. Disfraces de mi abuela me alergiaron de nostalgia; el ajedrez se me vino encima y me taparon los recuerdos; la chomba del Moreno autografiada por ex compañeros me recordó ese inconfundible olor a pasillo de colegio; el ajedrez de mi tío y el infalible enroque; cartas de infantiles amores- llevados y frustrados; Anteojitos, Billikenes y Genios.
Sin llegar a los 20 Junios, me ataco el fantasma. Me miro, me ataco y me marco. ¿Será que nunca lo asumí?, ¿será que me gano de mano?... ¿Qué será?
Un placard tiene partes de uno: el bucanero, los juegos de la Play 1, cartas de amor, cartitas de amistad, misterios escondidos, un segmento escrito de un Bariloche ya olvidado de tan lejano en la memoria, recuerdos de tu ex, los ya mencionados Billikenes, Anteojitos, la literatura de Genios y los libritos de la Compaq.

En conclusión, esta práctica tan dominguera como tanguera se lleva con ella un pedazo de vida. De mi vida. Lo más trágico.

Se me vino el ropero encima, y la nostalgia al día.

Ojalá me limpien la pieza de acá a que muera.