jueves, 2 de septiembre de 2010

El prejuicio clasista del clientelismo político

Sería bueno comenzar la nota definiendo el significado de la cohesión de estas dos palabras y una más: clientelismo, cliente y política. Para ello, recurriremos al diccionario de la Real Academia Española.

-Clientelismo: Sistema de protección con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios.

-Política: Orientaciones que rigen la actuación de una entidad en un asunto determinado.

-Cliente: Persona que habitualmente compra en un establecimiento o requiere de sus servicios.

Articulando estos términos, definiremos al clientelismo político como el intercambio de un voto por un favor. Perfecto. Tenemos definido el concepto que vamos a defender, o más bien, no iremos a atacar. Ahora vamos por el prejuicio. ¿Qué es un prejuicio? Un pensamiento disfrazado de idea, que en realidad encubre una discriminación peyorativa bajo la careta de propuesta teórica. No es un juicio, es un prejuicio; no es un concepto, es un preconcepto. Un claro ejemplo de ello fue el nacionalsocialismo alemán, el cual pensaba que los judíos eran dignos de muerte en razón de su condición, porque no podían hacer nada bien. Parafraseando a Sartre <>. Ese era su pensamiento. No el de Sartre, ojo, sino el de los nacionalsocialistas. Los nazis no eran irracionales. Eran sumamente racionales y prejuiciosos al mismo tiempo. El holocausto judío fue un plan racionalmente sistematizado, no fue un acto espontáneo bajo el efecto de un ataque emocional ni de una borrachera situacional.

Volviendo a hablar ahora sí sobre el clientelismo político y relacionándolo un poco con la actualidad, ¿qué es lo malo que tiene? Los Kirchner utilizan al clientelismo político como herramienta para mantenerse en el poder, son unos inescrupulosos que no les interesa la pobreza sino generar pobres para así ganar votos. Bien. Gran parte de la sociedad piensa así, o por lo menos, así es pensada y sólo se encarga de repetirlo. A dónde llegó el prejuicio. Qué increíble. Qué locura. Cuánta discriminación. ¿Tan difícil es aceptar que las clases bajas, desamparadas y sumidas en la miseria por la ambición capitalista del sector empresarial y no por el sector político, encuentren la única esperanza de una vida mejor en la cobertura política que eligen? Hay algo aún más triste en esto, y es el hecho de demonizar la búsqueda de votos. Perdón, pero tal vez no entendí: ¿Qué político no busca votos? ¿Macri, Carrió y Pino Solanas no buscan votos? ¿Qué es lo malo de buscar votos? Señores: en la Democracia sin voto no se puede hacer gobierno. Si un político aspirara a hacer gobierno sin buscar votos estaría conspirando contra el sistema democrático, contra el gobierno constitucional y, contra lo que es aún peor, la voluntad popular. El voto expresa la voluntad popular. Retomando: el político que aspirase a hacer política sin buscar votos es un proyecto dictatorial; busca imponer su voluntad por sobre la intención de la voluntad popular. En fin, el político que no busca votos es aquel al que no le interesa la opinión pública, la voluntad popular, no le interesa el voto, no le interesa la democracia.

A partir de ésta oración nos metemos con otro prejuicio de la clase media sobre el negrito peronista: al clientelismo político lo ejerce sólo los peronistas con los negritos. En su prejuicio, la clase media deseosa de ascenso social, se olvida de un punto: el clientelismo político de la derecha. ¿Qué es el clientelismo político de la derecha? Es la inversión de la empresa privada en los partidos políticos con fines económicos. Recordemos al clientelismo político como el intercambio de un voto por un favor. ¿Cómo se realiza? La empresa privada paga la campaña del candidato, éste, al llegar al gobierno, toma medidas provechosas de beneficio económico para las empresas que financiaron su campaña tales como la reducción de aportes patronales, la reducción del impuesto a la ganancia, el aumento en subsidios y un montón de desmanejos más. Liberalismo y clientelismo puro. Tal vez peor que clientelismo, porque no es un voto por un favor, sino, un voto y un favor por un favor aún más grande. ¿Pero cómo, el clientelismo hacia los pobres está mal pero hacia los empresarios está bien? Acá está el prejuicio: la clase media no desdeña al clientelismo en sí sino sólo cuando este se dirige hacia la clase baja. No repudia al clientelismo, repudia a los pobres.

Otra cuestión, tal vez el punto más cuestionado por las personas pensadas por el prejuicio gorila, es el siguiente: el pancho y la coca. Ojo: este es un punto tristísimo. Supongamos que una persona llegó a la ignominiosa situación de que para llegar a fin de mes sólo le queda el socorro de la convocatoria política. Punto nefasto de la historia. No sólo va por el pancho y la coca sino que además entró a trabajar en los planes sociales del gobierno que lo convoca. Situación nefasta en razón de la marginalidad. Lamentable la pobreza, no los planes, que quede claro. Pero, trascendiendo a la marginalidad, ¿qué es lo malo de los planes sociales? ¿que va a tener que votar a Kirchner? ¿se convierte en un rehén? ¿es preso del único representante real que le asegura los medios de subsistencia? Es verdad que el empresario no se convierte en rehén del político, sino, por el contrario, muchas veces es al revés. Retomando el tema, para el prejuicio de la clase media, por supuesto, como siempre, el ser despreciable es el que menos tiene. Discúlpenme: bajo mi sano juicio nunca podré considerar menos noble que un ciudadano vote a Kirchner porque le da trabajo a que otro ciudadano vote a Macri porque le elimina las retenciones estatales a su empresa. Ambos votan por un beneficio económico. Ambos ven en los candidatos que eligen como los representantes de los intereses de su clase. Uno por un plan y el otro por el liberalismo económico. Por otro lado, si se quiere asegurar que el votante burgués tiene ideología y que el negro de mierda sólo vota por el pancho, la coca y el plan se cae en un error. Recordemos que en los ’90 las clases más pudientes de nuestro país votaron a un candidato del peronismo, de ese rejunte de negros indignos que escuchan cumbia. Increíble. Es tanta la ambición por el dinero de la clase alta que hasta son capaces de tolerar a la negrada peroncha con tal de ganar unos pesos más. Por lo que no me vengan con que es un voto ideológico el de la derecha. No tiene nada de ideología. Si a la derecha no se le toca el bolsillo es capaz de votar hasta el Tula. ¡Qué injusticia que se hable de voto calificado! ¿Acaso el empresariado vota por otra que no sea su rédito económico? ¿Piensa en algo que no sea su abultado bolsillo? Sinceramente, y perdón por el prejuicio, lo dudo.

Finalmente, desisto de echarle la culpa de la pobreza, el hambre y cualquier miseria a la política. A mi modesto entender no tengo dudas de que el culpable de esta ignominia social es el sector empresarial, sin titubeos, a veces con la complicidad de la política. ¿Puede querer acabar con la miseria una persona que le llama costo a que los que menos tienen, los trabajadores, los que viven en peores condiciones de vida que él, ganen más?

En conclusión:

- ¿Qué político no busca votos?
-¿La clase media desprecia al clientelismo o a los pobres?
- ¿Es un voto más calificado que el voto del pobre el voto empresarial, o en realidad es una descalificación discriminativa hacia la clase más baja?
-¿Las empresas le pagan lo menos que pueden a sus empleados porque quieren acabar con el hambre, la miseria y la inequidad social o porque en realidad lo único que les interesa es la ganancia?

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