lunes, 3 de agosto de 2009

Carta de un león a otro: ¡No me creo ni mis emociones!

Sé que te puede parecer chamuyo, que te puede parecer un exceso de mi parte, o que simplemente te puedo parecer un pelotudo repitiendo pelotudeces, que es lo más probable; pero, la verdad que en estos tres días no hago otra cosa que pensar en vos... No como, no duermo. Me convertí en un perfecto pelotudo. Te dije mil veces que me parece que estoy enamorado -hoy sufro sólo decirte que me parecía- y que me importás más allá de los besos a escondidas, los arranques masculinos que tenés y esa letrina que tenés como boca.

Si me preguntás por qué me pasa ahora esto y no antes, la verdad es que no tengo ni la más mínima y puta idea. Sólo sé que pienso en vos 25 horas al día. Una certeza terrible.
Lo que más me pregunto, y la verdad que me hace sentir muy puto, es por qué carajo no arranqué con vos y disparamos hacia la luna y lo más vulgar. Gozaste del lujo de tratarme de puto, de apurarme y de bardearme sin mostrar reacción alguna. Sin filtro: no sé por qué no te garché. Pienso que es por prevención de que veamos la cara de Dios, juntos; y después morir por amor. Si nada paso, y lo que siento es amor, no sé después...


Ojalá sólo me gustara tu etiqueta, tu fachada y tu envase. Sería tan rápido que ya me hubiese olvidado. Me ecantaron tus ojos y tus maneras. Esa forma tan asquerosa de ser que no se parece en nada con la apariencia externa que das, me mató. Y ahora caí tanto, pero tanto, que te mando este mail porque no puedo más y necesitaba vomitartelo, Sabina.

Ciao! Y, ojalá una puta vez respondas.

No hay comentarios: