domingo, 20 de enero de 2013

Nosotros decimos no

A continuación se vuelcan fragmentos, frases o ideas, partes de reportajes extraídos de los textos del libro en cuestión.




  •  "¿Qué pasa con el dirigente sindical en la Argentina? Pasa que sale del taller, siendo obrero, y llega al escritorio de lujo, la secretaria de día que de noche es amante, el automóvil enorme: entonces no quiere soltar. Pero olvida que tiene atrás a otro que está queriendo ocupar su sitio y olvida que atrás de ambos está la masa, los trabajadores que lo han elegido para que defienda sus derechos", Juan Domingo Perón.

  • "Podría haber sido un distinguido médico del Barrio Norte o un prestigioso especialista en enfermedades de la sangre o la piel, un político profesional o un tecnócrata cotizado; podía haber sido un fascinante charlatán de café, tan brillante como un burlón y sobrador, o un aventurero gastador de la aventura por la aventura misma. Años más tarde, podía haberse quedado siendo el dirigente idolatrado de una revolución ya consagrada por el éxito. La derecha ansía siempre tumbar a los revolucionarios en un sillón de psicoanalista, diagnosticar la rebeldía reduciéndola al cuadro clínico de alguna frustración original, como si la militancia y el compromiso fueran no más que el resultado de algún biberón no servido a tiempo o del amor imposible por mamá. Pero el Che era el ejemplo vivo de que la revolución es la forma más pura de la fraternidad y la dignidad humana, y también la más dura, la más difícil. No un desahogo patológico, en este caso, de un señorito de familia bien en la ruina, sino un acto continuo de generosidad: muy pocos hombres en la historia de nuestro tiempo han renunciado a tanto y tan reiteradamente, a cambio de una o dos esperanzas y sin pedir nada para sí. Sin pedir, para sí, otra cosa a la hora de las recompensas y la seguridad.

  • Nada se parece más a un fascista que un burgués asustado.

La ideología del desprecio
  • Los brasileños, trabajadores, triunfan; los paraguayos, haraganes, fracasan. Lo mismo dicen, de los brasileños, los empresarios norteamericanos que han invadido la Amazonia. Y lo mismo dicen, al fin y al cabo, siempre, los opresores frente a los oprimidos: la fortuna de un hombre es una recompensa y no una estafa.



Defensa de la palabra
  • En estas tierras de jóvenes, jóvenes que se multiplican sin cesar y que no encuentran empleo, el tic-tac de la bomba de tiempo obliga a los que mandan a dormir con un solo ojo. Los múltiples métodos de alienación cultural, máquinas de dopar y de castrar, cobran una importancia cada vez mayor. Las fórmulas de esterilización de las conciencias se ensayan con más éxito que los planes de control de la natalidad.



  • Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser.



  • ¿Cuál es el riesgo que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir? No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito.



Sobre la libertad de expresión.
  • Un par de ejemplos de la Argentina, que me parecen reveladores: el decreto que prohíbe publicar reportajes callejeros y "opiniones no especializadas"; sobre cualquier tema, y la disposición oficial que condena a seis años de cárcel a quien no borre en un día las frases que aparezcan pintadas en el frente de su casa.



  • "El que calla las críticas se hace cómplice de los errores", Daniel Ortega.




  • Pero ¿comete delito de terrorismo quien advierte que una democracia vigilada y vacía de justicia no es una verdadera democracia? ¿Induce a la violencia quien revela que una paz sin dignidad se parece demasiado a una guerra reprimida? ¿La culpa de la cara la tiene el espejo?

  • La democracia no es lo que es, sino lo que parece. Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios. La cultura del envase deprecia los contenidos. Importa lo que se dice, no lo que se hace.

  • Una de mis más invulnerables certidumbres es la certidumbre de que vale la pena morir por las cosas sin las cuales no vale la pena vivir.



Defensa de la palabra 5.
  • La mejor manera de colonizar una conciencia consiste en suprimirla. En este sentido también opera, deliberadamente o no, la importación de una falsa contracultura que encuentra eco creciente en las nuevas generaciones de algunos países latinoamericanos. Los países que no abren a los muchachos opciones de participación política – por la petrificación de sus estructuras o por sus asfixiantes mecanismos de represión – ofrecen los terrenos mejor abonados para la proliferación de una presunta “cultura de protesta”, venida de afuera, subproducto de la sociedad del ocio y el despilfarro, que se proyecta hacia todas las clases sociales a partir del anti-convencionalismo postizo de las clases parasitarias.
  • Los hábitos y símbolos de la revuelta juvenil de los años sesenta en Estados Unidos y en Europa, nacidos de una reacción contra la uniformidad del consumo, son ahora objeto de producción en serie. La ropa con diseños psicodélicos se vende al grito de “¡Libérate!”; la música, los posters, los peinados y los vestidos que reproducen los modelos estéticos de la alucinación por las drogas, son  volcados en escala industrial sobre el Tercer Mundo. Junto con los símbolos, coloridos y simpáticos, se ofrece pasajes al limbo a los jóvenes que quieren huir del infierno. Se invita a las nuevas generaciones a abandonar la historia, que duele, para viajar al Nirvana. Al incorporarse a esta “cultura de la droga”, ciertos sectores juveniles latinoamericanos realizan la ilusión de reproducir el modo de vida de sus equivalentes metropolitanos.
  • Originada en el inconformismo de grupos marginales de la sociedad industrial alienada, esta falsa contra-cultura nada tiene que ver con nuestras necesidades reales de identidad y destino: brinda aventuras para paralíticos; genera resignación, egoísmo, incomunicación; deja intacta la realidad pero cambia su imagen; promete amor sin dolor y paz sin guerra. Además, al convertir a las sensaciones en artículos de consumo, encaja perfectamente con la “ideología de supermercado” que difunden los medios masivos de comunicación. Si el fetichismo de los autos y las heladeras no resulta suficiente para apagar la angustia y calmar la ansiedad, es posible comprar paz, intensidad y alegría en el supermercado clandestino.






Fuente: "Nosotros decimos no. Crónicas 1963-1988", Eduardo Galeano. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2010.


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