domingo, 17 de febrero de 2013

Seamos realistas, copemos Liniers

Algunas de las definiciones que se suelen utilizar para entender y explicar a la política, sostiene que la política es el arte de lo posible. Existen unas cuantas definiciones más, pero acá nos quedamos. La política es el arte de lo posible. ¿Por qué? Porque solo lo posible es realizable. Se pueden prometer mil maravillas pero lo imposible es inviable. Solo lo posible es realizable, el resto es demagogia. Se puede prometer la cooperativización del sistema productivo, la estatización bajo control obrero, el socialismo y la revolución. Pero la política es el arte de la posible y lo posible es la realidad efectiva. La realidad efectiva es que no existen hoy en la Argentina condiciones objetivas para hacer una Revolución. No hay crisis social, crisis política, crisis económica. No hay tal crisis. ¿Si no hay tal crisis que es lo que hay? Lo que hay hoy en el país del fútbol, el tango y el mate es un gobierno nacional y popular que comenzó a dar respuestas a las necesidades de su pueblo. Es un gobierno complejo, seductor, brillante, contradictorio. Un modelo político que si bien presenta una continuación de lo peor de la política también significa una ruptura con lo peor de la misma: el neoliberalismo, la pobreza, la desigualdad, la exclusión, el desempleo. Se avanzó en ese sentido. Se consolidó ese modelo. ¿Cómo se pude profundizar por todo lo que falta, por los que todavía duermen en la calle, mueren de hambre, los que no tienen trabajo, los nenes que piden monedas en el tren, los que la sociedad mira pero no quiere ver? Volviendo a significar la política: haciendo posible lo imposible. Y lo posible es el poder. Porque el poder es volver posible algo. Para que la profundización del modelo de país que tenemos y sus rasgos más positivos se vuelvan más radicales hay que ganar poder. Poder que todavía el gobierno no tiene, porque si todo fuese posible, sería el primero en recriminarle a Cristina su falta de voluntad política para profundizar la inclusión social en mi país. Pero no es posible. Porque tengo conciencia del contexto, del capitalismo, del poder económico, de la lucha de clases, de la correlación de fuerzas. Pero nos fuimos por las ramas. El tema es que para volver algo posible, para que las cosas cambien, para poder, hay que tener el poder. Y el poder se consigue con influencia ideológica, porque estamos en democracia. Esto significa que para mientras más gente esté convencida de que hay que profundizar la inclusión social se comprometerá a través del voto o la militancia para conseguirlo. Poder es influencia ideológica, la que se gana debatiendo. Una batalla cultural. Pero al poder hay que demostrarlo. También al poder político. Para esos sirven los actos políticos. Para medir el grado de lo posible, para influir sobre la realidad social, para modificarla, para transformrala o conservarla. Y si no ahí está la crisis con el campo, en la que ganó la SRA y perdió el gobierno, porque tuvo más poder un interés egoísta pero popular que un interés menos fuerte pero más solidario. Nos fuimos todavía más por las ramas. Pero bueno, por eso mañana voy a Velez. No por que me fui por las ramas, sino para volver posible a un país mejor y, por sobre todas las cosas, para volver posible lo imposible.





Seamos realistas, copemos Liniers.

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